Mishima y el descubrimiento de la sexualidad

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Mishima es de esos autores conocidos por cualquier amante de las letras japonesas. Su nombre suena, su obra es conocida aunque muchas veces no haya sido leída y la polémica que lo precede es casi casi legendaria. El motivo y la escena de su muerte es casi vox populi: imposible no saber algún que otro dato sobre esta. Sin embargo, cómo vivió es algo mucho más desconocido y, creo yo, mucho más interesante. Además, Yukio Mishima es de esos autores fácilmente reconocibles en cada una de las letras que han escrito y cada una de las obras que ha publicado: Uno de esos escritores que deja su alma, su corazón y su cabeza en su pluma. Y hoy hablamos de una de las primeras obras, de las más conocidas y más introspectivas del autor nipón: Confesiones de una máscara.

Koo-chan, el narrador de esta novela, es un joven obsesionado con la idea de su propia muerte. Crecido en una familia de bien, mimado y criado entre algodones e ideas prefijadas por su abuela, Koo-chan crece como un joven enfermizo, débil y solitario, cuyos pensamientos lo alejan de los demás. Sabe que es diferente, pero busca esa uniformidad que lo tranquiliza, esclavo de la convencionalidad en la que se ha visto inmerso. Así, irá descubriendo sus inclinaciones homosexuales a la vez que las menosprecia como algo normal y puntual. Irá descubriendo así las inclinaciones de su corazón y las de su cabeza, aunque estas sean totalmente opuestas. Admirando la belleza de la muerte, de la violencia sangrienta, Koo-chan se sume en un estado de impaciencia por una muerte en guerra que tarda en llegar.

Mishima comienza esta novela recreando escenas y sensaciones con las que el protagonista convivió toda su vida. Escenas muy vívidas que el protagonista recrea a modo de confesión y que nos acercan un poco a la peculiar mirada del autor. Su nacimiento, en una bañera de madera y su primer encuentro con el dorado, con la belleza indiscutible de la luz de oro que abrumará al personaje - y con ello, al propio Mishima - toda su vida. Ya se pueden ver elementos que marcarán el resto de la obra del autor, que se van repitiendo con diferente forma pero misma esencia. En este primer capítulo podemos ver el crecimiento del personaje en una familia cerrada, diferente y el descubrimiento de su sexualidad en una escena tan vívida para el personaje como para el lector. Este es el primer capítulo de cuatro y en cada uno de ellos, Mishima explora la sexualidad del personaje, adentrándose en el descubrimiento de esta, en la exploración y la negación de la realidad. Cada capítulo compone por lo tanto una fase de descubrimiento de la sexualidad de Koo-chan.

Esta obra tiene un marcado tono autobiográfico, una frontera entre la ficción y la realidad con la que Mishima juega constantemente. De hecho, si conocemos un poco de la historia de Mishima podemos ver claras señales que parecen darnos a entender que está hablando de sí mismo. Y aún así, usa la ficción y no la autobiografía pues Mishima confunde al lector para que nunca sepa donde está esa frontera. El marcado tono confesional que coge la obra es una razón más para darnos a entender de que la voz de Mishima y la de Koo-chan son parecidas. Sin embargo, no son iguales y esa es la gracia del libro: Unas confesiones de un muchacho que podría ser el autor, pero que nunca llega a ser él mismo. El narrador usa un tono en primera persona que acentúa la sensación de confidencia del libro. Una primera persona además acentuada, como si fuera un diario, una revelación que el personaje nos hace a los lectores y a la vez, a sí mismo. El tono de la novela, tan intimista, tan cercano, nos da la sensación de que nos ponemos bajo la piel de Koo-chan y que este se habla a sí mismo, se confiesa a sí mismo antes que a ningún "Dios". 

A través de la pintura "El martirio de San Sebastian" de Guido Reni, El protagonista descubre su fascinación por el cuerpo masculino y por la sangre y la muerte. Estos dos temas se tratarán durante toda la obra con el tono duro y sincero que caracteriza toda la obra. Su primera experiencia sexual tiene a San Sebastian como protagonista y a partir de entonces, este marcará el molde que busca Koo-chan en el cuerpo masculino. Un cuerpo esculturado, delineado por la belleza, un cuerpo joven y torturado. La fascinación por la muerte es uno de los temas principales de esta novela y nacen a partir de esta imagen. A partir del segundo capítulo de la novela este tema se convertirá en esencial al aparecer un elemento muy característico también en muchas otras novelas del autor (y en muchas novelas de autores japoneses de esa época): La segunda guerra mundial. La cotidianidad del relato de Koo-chan ante las alarmas, las bombas y la muerte se hace desgarrador y aunque no es el tema principal de la novela, sorprende la frialdad de sus palabras. Sin embargo, creo que es una manera de acercarnos a la mirada de un japonés en aquella época, en la que toda esa población intentaba aferrarse a la aparente normalidad. La fascinación por la muerte de este personaje, que se verá alimentada por esta guerra que estalla y que hace creer a Koo-chan que está en lo alto de una cuerda floja, es otro elemento más de estas sensaciones. Un sentimiento que, lejos de asustarlo, lo fascina tanto como esa primera imagen de San Sebastián ensartado. 

También a partir de San Sebastián vemos la difusión entre lo corporal y lo mental. Koo-chan hace esta distinción para protegerse a sí mismo, pero también la hace el propio Mishima en otras de sus obras: Una separación que marca la belleza exterior con la interior, que separa el deseo con el amor y que ampara la fascinación que siente Koo-chan hacia el cuerpo masculino dentro de la normalidad. De hecho, esta imagen fascinaría al propio Mishima, que la recrearía tiempo después con su propio cuerpo. 
Mishima como San Sebastián en su martirio.

Una de las primeras novelas de Mishima y la que lo catapultó al éxito es un juego entre las confesiones de un joven adolescente que se ampara detrás de una máscara para encajar en la sociedad y las propias confesiones del autor, Con una forma de escribir más sencilla que sus obras posteriores, pero igualmente muy elaborada, Mishima embelesa al lector con una muestra de su interior. La edición de Alianza es impecable y la traducción de Rumi Sato y Carlos Rubio aún más. Una obra imprescindible para conocer el autor e ideal para adentrarse en su obra. 
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