Por Álvaro
López Martín @A1varoLopez
El ya
famoso quinto episodio de 'Dragon Ball Super', emitido hace pocas semanas, ha
puesto de relieve un problema que no es nuevo: la industria de la animación
japonesa está herida de muerte: la precariedad laboral y un sistema anclado en
el pasado que se quiere exprimir sin escrúpulos, son los dos principales
síntomas de un mercado que se está devorando a sí mismo.
Thomas
Romain, uno de los pocos creativos extranjeros que trabaja en el corazón de la
siempre cerrada industria del anime, fue el que prendió la llama con un tweet
ampliamente difundido en el que hablaba de una situación insostenible:
"Los presupuesto en Japón para la animación son extremadamente bajos (...)
En la producción de una serie de televisión, un animador, por lo general, solo
cobra 40 dólares por corte de animación. Los animadores reciben solamente 2
dólares por cada dibujo".
La
precariedad laboral es uno de los principales problemas de esta industria.
Detrás de la peculiaridad de ser un trabajo donde predomina la pasión artística
de los que lo realizan, se encuentra un sistema enquistado, que convierte a
auténticos artistas en máquinas de hacer dibujos contrarreloj, de forma
repetitiva y durante eternas jornadas de trabajo. Los que se introducen en el
anime fascinados por su brillo exterior (la gran mayoría), muchas veces se
encuentran con un trabajo más cercano al de la producción en masa de una
fábrica de tuercas que un lugar donde desarrollar su talento creativo. Tienen
que hacer dibujos, y muchos, para ganar un sueldo miserable. El exterminio del
arte.
"El
problema es que la industria del anime japonés está produciendo demasiado
contenido (...). No hay suficientes animadores cualificados y experimentados
(...) Los estudios no tienen otra opción que trabajar con animadores poco
cualificados, a veces amateurs", añadía Romain.
La
desconsideración de la industria hacia el arte se hace cada vez más patente, no
solo con estas palabras: cualquiera puede verlo en cualquier anime televisivo
de emisión actual. En el episodio cinco de 'Dragon Ball Super' se hizo más
patente porque había precedentes humillantes de hace 20 años, donde la
animación de la saga 'Dragon Ball' no tenía nada que ver con la actual, era
mucho más elaborada en todos los sentidos. Hay casos igualmente sangrantes: las
series que llevan muchos años emitiéndose. Podría poner por caso una de las más
populares y representativas de la animación nipona actual: 'One Piece'. Su
evolución es digna de análisis. Iniciada en 1999, lleva ya a sus espaldas más
de 700 episodios. Resulta más que llamativo ver cómo era animada la serie en
sus inicios, y cómo ha ido evolucionando progresivamente a un estilo menos
detallado y más simplista hasta la actualidad, donde este mal que está asolando
el anime televisivo ha terminado equiparándola al resto de series de nueva
hornada. Sin embargo, los que siguen la serie desde hace años han podido notar
esta degradante involución. Por cierto, casualidad o no, detrás está Toei
Animation, la misma productora que 'Dragon Ball' y que, por este y otros
trabajos, está en el centro de la polémica. Es un poco la cuadratura del
círculo, teniendo en cuenta que Toei es uno de los grandes nombres de la
industria, todo un clásico que impulsó la animación en Japón y ha realizado a
lo largo de su ya larga historia decenas de éxitos alabados por crítica y
público. Su declive es el del mito que se derrumba. Un histórico gigante con
pies de barro.
"Los
estudios de animación japoneses son empresas pequeñas (...) Por lo general no
tienen grandes beneficios y no están en condiciones de invertir su propio
dinero", decía Thomas Romain. "El coste de tener a todo el mundo que
trabaja en la casa sería insoportable. Solo un estudio fue capaz de hacer eso:
Studio Ghibli".
Yo llevo
más de cinco años participando activamente en la difusión en español de Studio
Ghibli a través del blog (y amplia comunidad de seguidores) Generación GHIBLI.
El de Studio Ghibli es un caso perfecto y paradójico para explicar gran parte
del cáncer que sufre el mundo de la animación japonesa, tan opaca, tan
inteligible y tan encantada de conocerse a sí misma, quizás demasiado.
Studio
Ghibli es, con total seguridad, el estudio de animación japonés más conocido en
todo el mundo. Sin embargo, en Japón no hay otro estudio similar. ¿Por qué, si
lo logrado por Ghibli ha resultado tan terriblemente eficaz, consiguiendo que
sus películas sean las más vistas históricamente en su país, y hayan
trascendido de forma importante al panorama internacional? Pues (y aquí viene
la primera paradoja) porque existe un nombre propio: Hayao Miyazaki. Es curioso
que en un trabajo tan estrictamente colectivo, el mayor triunfo lo haya logrado
el personalismo de un genio. Porque sí, nadie discutirá que Hayao Miyazaki es
un genio. Pero en las interioridades del mundo del anime, probablemente, la
mayoría de animadores de clase media que preguntes te dirán que sería genial
trabajar con Miyazaki por su prestigio y por la calidad de sus películas; pero
no por su sistema de trabajo, arcaico y dictatorial. No se le puede culpar: le
ha funcionado a las mil maravillas, y él es un hombre de ideas fijas que las ha
visto refrendadas encadenando un éxito tras otro.
No quiero
decir con esto que Miyazaki sea un ogro, al contrario, él fue el que quiso
implantar un sistema imposible. El funcionamiento no dejó de ser ficticio:
Studio Ghibli se financiaba en grandes cantidades solo gracias al fuerte
arrastre en taquilla de los films de su fundador. Y, es verdad, las películas
de otros directores en Ghibli también funcionaron relativamente bien (sobre
todo las primeras de Isao Takahata) y, en general, era un estudio que obtenía
un gran rendimiento de sus producciones. Sin embargo, su apuesta por una
plantilla fija de trabajadores y una irrenunciable política de máxima calidad
en sus obras (con los esfuerzos de tiempo y dinero que eso supone), además sin
diversificar su actividad hacia la televisión, no podía financiarse sin Hayao
Miyazaki. Cuando este se retiró en 2013, el estudio tuvo que parar para
replantear una situación que aún está en proceso. La única salida de Studio
Ghibli es unirse al funcionamiento del resto de estudios: producir más, por
menos dinero. Eso, o disolverse.
La
enseñanza de la realidad de Studio Ghibli respecto al resto de estudios que
producen animación en Japón es muy clara, y bastante pesimista: es imposible
que la industria funcione bien, porque está atascada en un círculo vicioso que
deriva en cada vez más productos, y cada vez de menor calidad. Hasta que la
burbuja explote.
Según la
AJA (la Asociación de Animación Japonesa), en 2013 las ventas de anime
generaron 12 billones de dólares en 2013, el mejor resultado de su historia.
Toda una contradicción.
"Es
común escuchar a personas hablar de 'milagro' cuando un episodio se emite a
tiempo. A veces, la animación no se ha iniciado ni dos semanas antes de
emitirse, y los episodios pueden ser completados solo unas pocas horas antes de
ser mostrados en televisión. La calidad puede ser pobre, pero lo que importa es
tener algo que poner en pantalla", sentenciaba Romain.
Una triste
realidad.
Escrito
por Álvaro López Martín @A1varoLopez, autor del blog Generación GHIBLI y del
libro 'Mi vecino Miyazaki', de Diábolo Ediciones.
Parece que no se llegó a enviar mi anterior comentario. Intentaré volver a reproducirlo:
ResponderEliminarMe parece correcto el análisis sobre la situación actual de la industria del anime, pero sólo sobre una parte de ésta. Si bien el caso de Ghibli es sintomático, es probable que se deba a muchas otras razones; pues ahí tenemos a grandes autores como Makoto Shinkai o Mamoru Hosoda, haciendo obras maestras, una tras otra.
Y esto sirve también para explicar el caso de Toei y Dragon Ball. Su problemas estructurales con la producción (que no con la distribución y exhibición, ojo) dejarían de ser tan relevantes si su único punto fuerte en todos estos años no hubiera sido el de contar con una "genial animación". En otras palabras: ¿tienen siquiera guionistas? Porque sus argumentos, cuando no están basados en un manga de manera estricta, sencillamente hacen aguas. Son rellenos y más rellenos infumables en la mayoría de los casos.
Entonces, quizás, la clave de todo esto es que los grandes autores están centrados en realizar sus mangas o ( en algunos casos milagrosos) películas y dejan a un lado los ritmos imposibles que dictan las televisiones.
Creo que esto hay que mirarlo de forma mas general, desde lo cerrada que puede ser la industria japonesa, por esa barrera cultural e idiomatica. Por varios años funciono bastante bien pero ahora se esta comiendo asi misma como un uroboros. El exceso de proyectos sobrepasa toda capacidad productiva de animacion, ese exceso tambien hace tambien cambiar los valores, lo cual esta transformando la rica animacion japonesa que era en una animacion chatarra. Para mi la solucion es que deben abrir su mercado, generando contenido para el publio mundial de forma directa, incorporando mas inversion extranjera, incorporando profesionales extranjeros, y reajustando los precios, si ellos quieren salvar su industria deberan cambiar el enfoque de produccion ejecutiva. Es loco todo eso, por que para un pais como Chile, sin industria de animacion, para comenzar a crearla necesita el mismo enfoque, asi que se puede decir que para crear, para salvar, para mantener, para mejorar una industria, hay que ser lo mas universal que se pueda ser en los enfoques.
ResponderEliminarCuatro fotogramas con moho y se acaba el mundo... Vamos, que no es para tanto.
ResponderEliminarDecir que por que ghibli deje de hacer cine y que toei que lleva desde el 2011 herida de muerte esta el anime tocado de muerte es no conocer la industria del anime actual.
ResponderEliminarLa última gran obra de toei animation fue Abarenbou Rikishi Matsutaro, seríe en la que invirtieron sumejor elenco de animadores.
Decir que el anime se esta acabando es faltar a los grandes directores de series de animación como Shinichiro Watanabe, Akiyuki Shinbo, etc... el problema es lo que llega aquí y lo que pega en España, hay series muy muy interesantes y películas de una calidad al nivel de ghibli, como Kotonoba no Niwa.
@elchicodelcafe: El anime no puede depender de un grupo pequeño de grandes autores; y luego una enorme amalgama de creadores mediocres haciendo anime televisivo. Es una cuestión de formación y de darle valor al producto que se hace para televisión. Eso es un problema. Que Shinkai o Hosoda hagan algo bueno, es solo el 1% de lo que se hace, y claro, eso no es suficiente.
ResponderEliminar@Carrot Glace: Lo de 'Dragon Ball Super' solo es la punta del iceberg... el camino del anime lleva una deriva muy clara de decadencia en su forma de realizarse en los últimos años.
@Anónimo (27/8 - 11:19): No, en absoluto. Este es un problema de la industria en general, no de los cuatro o cinco grandes directores que pueda haber. Representan un porcentaje mínimo de la gran masa de producción que se hace. 'Kotonoha no Niwa' precisamente sí ha llegado a España, al igual que otras de Shinkai como 'Cinco centímetros por segundo' o 'Viaje a Agartha'. De hecho, lo que nos llega creo que es de un nivel superior a la media de lo que se hace en Japón, así que no creo que la cuestión esté ahí.
No es que Ghibli deje de hacer cine o Toei esté demostrando unos niveles de producción desastrosos, eso solo son ejemplos sintomáticos de lo que se está haciendo. En Japón se está produciendo mucho anime, se está saturando el mercado con productos que no están a la altura. Lo que pasa es que ese desastre que circula a pequeña escala ha dado el salto a una nueva dimensión cuando se ha visto claramente en una serie tan popular como 'Dragon Ball'. Y, en cierta manera, es bueno que se haya dado esa voz de alarma. Algo no se está haciendo bien y somos sus espectadores los que tenemos que exigir un mínimo de calidad en lo que se nos está ofreciendo, porque el "todo vale" llevará a la muerte de la animación japonesa. No la va a salvar una película cada 3 años de Hosoda, la serie puntual de Watanabe o el mediometraje, de vez en cuando, de Makoto Shinkai.
Gracias a todos por comentar :-)