Hija de una pareja no casada, Chihiro huyó
de su pueblo y su pasado en cuanto tuvo la oportunidad, ingresando en la
universidad para estudiar arte. El pueblo se desdibuja en sus recuerdos a la
vez que la imagen de la madre lo hace, pese a que Chihiro siente su pérdida
como un dolor constante. Así conoce a Nakajima, su vecino de enfrente, quien
está pasando por un dolor similar al suyo, aunque más profundo e innombrable.
Juntos formarán una pareja que poco a poco se conocerá, adentrándose en las profundidades
del dolor compartido.
Como ya he comentado, la pérdida de un ser
querido es una constante en todos los personajes de Banana Yoshimoto, que pasan
por este proceso acompañados o en solitario. Sin embargo, y pese a este tema en
común, la autora consigue imprimir de personalidad propia a cada uno de sus
personajes y a cada uno de sus libros. Así, aunque nos encontramos con dos
personajes que comparten un dolor similar al de otros protagonistas anteriores
de sus obras, la historia en sí se diferencia de las demás.
En este caso, es la relación entre ambos
personajes, una relación frágil, casi etérea, que comparten Nakajima y Chihiro.
Es este amor el que toma el protagonismo de la novela. Un amor extraño, casi
irracional, pero que vemos crecer con lentitud y belleza. La pareja y el amor
serán los temas principales que junto con la superación del dolor y la
cicatrización de las heridas, crearán un motivo para las palabras de Yoshimoto.
Los corazones de ambos, rotos por el dolor, con una vida diferente a la
establecida por la sociedad, se ayudarán mutuamente a repararse y recuperarse.
Un amor curativo. Y aunque los personajes compartan una experiencia tan
dolorosa, son también océanos de secretos que los separan. La iniciación de un
nuevo amor y la lentitud propia de este serán dos elementos que nos acompañaran
en toda la obra.
La peculiar visión de la muerte que tienen los japoneses es uno de los elementos de su cultura que más ha llegado hasta occidente. Y no solo la muerte en sí, sino el sentimiento de pérdida es también muy característico de esta cultura, un sentimiento que Yoshimoto plasma a la perfección en todas sus obras. El vacío que sienten Chihiro y Nakajima, un vacío del que casi no pueden ni hablar, inspira un sentimiento de comprensión a cualquiera que haya pasado por la misma experiencia.
El pasado tiene mucha relevancia en esta
historia también, pues los secretos que guarda Nakajima en su interior
afectarán a la relación y a la propia personalidad de esta. El retorno del
pasado y como este afecta la vida de los personajes, como un suceso puede
cambiar una persona, es uno de los elementos que Yoshimoto explora más en esta
novela. Así, las conexiones con el pasado, casi místicas, se ven reflejadas en
dos personajes con mucha importancia, pese a tener poca presencia física en el
libro. Dos personajes que viven al lado de un lago. Este elemento del paisaje,
que da nombre al libro, es la imagen que refleja esta evolución del amor y de
la pareja, un lago que parece estático, pero que cambia a través de los ojos
que lo observan. Este lago tiene un tono casi fantasioso dentro de la obra.
Otro elemento con vital importancia en la
obra de Yoshimoto, un elemento que parece heredado de grandes autores como
Kawabata, es la pintura. Pese a que la pintura de Chihiro no pasa de ser una
pintura mural, casi rupestre, podemos ver ciertos paralelismos con Otoko, la
protagonista de Lo bello y lo triste, que también refleja su vida en la
pintura. El mural que pinta Chihiro a lo largo del libro, un mural que
seguramente acabe siendo derruido, plasma bien la evolución de toda la
historia, como un resumen descriptivo y sutil de lo que Chihiro nos cuenta con
palabras.
La historia en sí es preciosa. El amor de
ambos personajes transmite una ternura que llega al lector fácilmente. Una obra
introspectiva en la que los sentimientos, las sensaciones, los recuerdos le dan
un toque casi onírico a la relación, así como veíamos en otras obras suyas como
Sueño profundo. La narración, con un tono intimista y melancólico propio de la
autora, nos va mostrando escenas cotidianas que, a su vez, tejen la historia de
estos dos personajes. Recrean a la perfección una sociedad lejana a la nuestra,
y sin embargo es fácil ponerse en la piel de Chihiro, considerarla una amiga
íntima.
La narrativa de Yoshimoto tiene una sinceridad abrumadora, pese a ser también elegante y hasta pura. Podemos sentir como la autora se dirige directamente a nosotros, al lector, como si estuviéramos cara a cara. Un tono conversacional que le da a la obra ese toque íntimo que hace que todo lector no solo se adentre en la obra, sino que la sienta bajo la piel. La belleza de su prosa puede parecer sencilla a simple vista, pero alberga muchísima profundidad.
Las únicas ediciones que nos han llegado
de Banana Yoshimoto (con excepción de “Un viaje llamado vida”, traída a España
gracias a Satori ediciones), vienen de la mano de Tusquets, con ediciones de
una traducción impecable. Una obra de literatura japonesa contemporánea de una
de las escritoras niponas más conocidas en nuestras tierras.
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