Diarios de una era (Parte I)

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El siglo IX fue el siglo de la poesía en la literatura japonesa. Esos inicios que se vieron en la época Nara fueron nutridos durante más de cien años por una época en la que la poesía y la belleza movían el arte de la época, abriendo paso a los grandes poetas de la época Heian. El siglo X siguió esa tendencia que había nacido más de cien años atrás y la literatura evolucionó aún más; fue el siglo en el que las grandes obras de prosa japonesas fueron escritas. No hablo solo del Genji Monogatari (La novela de Genji) o del Makura no Sōshi (El libro de la Almohada) de Murasaki Shikibu y Sei Shonagon respectivamente, sino de muchísimas más obras, algunas de las cuales no han llegado a nuestras tierras. También fue el nacimiento de los cuentos cortos japoneses y del género nikki, escritos ambos en japonés y no en chino como se tenía por costumbre anteriormente. De este género, que se desarrolló muchísimo durante esta época, es del que hablaremos hoy en el artículo. Muchos son los documentos que se conservan, pero los más destacables son seis: Además del primer diario, que empujó el género, hablaremos de los diarios de Murasaki Shikibu, Izumi Shikibu o la Dama Sarashina entre otros.
Representación de Murasaki Shikibu
En el año 710 d.C el emperador estableció por primera vez la capital del país en Heijo-kyo, la ciudad ahora llamada Nara. Ese cambio introdujo una estabilidad que no había existido hasta entonces y que trajo consigo un florecimiento de la cultura y las artes japonesas nunca visto antes. Durante varios siglos había sido la literatura china y su idioma los que habían dominado la cultura del país nipón. Desde el siglo III, la literatura china había emigrado hasta Japón, impulsada por las buenas relaciones de ambos países en ese momento. También lo había hecho el budismo, su religión, aunque nunca llegó a desplazar el sintoísmo; las dos religiones convivieron durante muchos siglos sin destacarse ninguna. Esta gran influencia del país vecino, sobre todo en las artes, se veía reflejado en la mayoría de eruditos japoneses, que escribían los libros de temas más “serios”, como historia, teología o derecho en chino. El japonés era, por lo tanto, relegado a libros “menos serios”.

Sin embargo, a partir del siglo VIII los poetas empezaron a desmarcarse de los sabios japoneses escribiendo en su propio idioma. La época Nara vio florecer varias antologías conocidas y conservadas hasta hoy. Selecciones de poesía como el Man’yōshū (Colección de las mil hojas), la primera de la que se tiene conocimiento, escrita en el siglo VIII, o el Kokinshū fueron muy conocidas y estudiadas por sus predecesores. Para cuando la capital fue trasladada a Heian-kyo (el actual Kyoto) en el año 794 y empezó el resplandor de la época Heian, estas antologías ya eran estudiadas por la corte. Pero no solo los hombres de dicha cohorte, como puede pensarse, porque en este Japón esplendoroso conocido como el país de las reinas, las mujeres tenían un papel esencial en la aristocracia japonesa. La educación de una dama era extremadamente importante y ya de pequeñas eran instruidas en la caligrafía, la música y sobre todo, la poesía. Estas antologías eran conocidas al dedillo por estas mujeres que escribieron a su vez grandes obras de la época, obras que han llegado a nuestras tierras hoy en día. Estas mujeres tenían una situación en la sociedad mucho más acomodada que la de cualquier mujer noble en occidente: No solo eran educadas, sino que además tenían derecho a tener casa propia o una parte de la herencia familiar. Y es esta acomodada situación la que rodeó a la mayoría de escritoras y poetisas que hicieron brillar la literatura de la época. Estoy hablando de Murasaki Shikibu, de Izumi Shikibu o de Sei Shonagon, entre otras. Mujeres extremadamente educadas que escribían y se expresaban en japonés.

Página de la antología expuesta en el museo de Kyoto. Fuente: http://www.kyohaku.go.jp/
No se dice que la época Heian fue una época esplendorosa por nada. El gusto y la sutileza japonesa que podemos ver aún en la actualidad fue extremadamente cultivada en los tiempos de Murasaki y esta misma nos abre una ventana para mostrarnos los extremos de este refinamiento artístico, en el que la poesía tenía un papel principal. El abundante tiempo libre que tenían los aristócratas (no hablo del pueblo llano japonés, por supuesto, que estaba privado de todas las comodidades de los nobles) lo gastaban en numerosas ceremonias, siempre adornadas con poesía. No solo poesía como un arte, sino también como un juego, como una diversión y una competición. La poesía era extremadamente importante dentro de la corte y saber escribir poesía o tener un gusto exquisito en ella era motivo de extremada admiración por los demás. Pero por supuesto, no solo era la poesía. Cualquier ocasión era buena para mostrar la belleza de la naturaleza y para que cada persona pudiera mostrar su exquisito gusto: Los trajes elegantes que llevaban, compuestos por varias capas que combinaban colores, los jardines elaborados que cambiaban completamente según la estación o las ceremonias, acompañadas de música y poesía, que llenaban los días vacíos de la corte. Imaginaos una corte brillante, restringida a muchísimos pero que conservaba a los más excepcionales artistas y nobles. Fueron estas características las que ayudaron al florecimiento de la literatura de la era Heian, no solo en la poesía, como hemos leído, sino en el desarrollo de la prosa y el género nikki.

Referencias en el texto de:
Introducción de Amy Lowell en “Diaries of court ladies of old Japan
Introducción de Richard John Bowring en “Diaries of lady Murasaki
Izumi Shikibu, Murasaki Shikibu, Lady Sarashina en "Diarios de damas de la corte Heian"
https://nipponshi.wordpress.com

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