Las
consecuencias de algo tan terrible como aniquilar una ciudad en cuestión de
segundos producen un eco que se repite a lo largo de los años con tanta
intensidad que es difícil pasar por alto. Hoy, 6 de agosto de 2015, a las 8:15h,
hace 70 años que Little Boy cayó
sobre la ciudad de Hiroshima, arrasando varios kilómetros cuadrados en cuestión
de segundos e incendiando e irradiando muchos más. Probablemente yo no sea el
más adecuado para hablaros con congruencia de este hecho, por lo que os
recomiendo leer algunos artículos muy interesantes que se están enlazando hoy,
como el publicado en Actualidad.RT
donde se cuestionan el por qué EE.UU. no recibió ninguna sanción ante tal
masacre titulado “'Lecciones no aprendidas de la guerra nuclear'. O este artículo de The Guardian. 70 años del
ataque a Hiroshima y Nagasaki”. Pero mi homenaje no viene a ser de cuestión
histórica, sino literaria. Un día como hoy es perfecto para recoger una pequeña
joya literaria que a menudo pasa desapercibida en las estanterías. Flores de verano, de Tamiki Hara, es un
libro breve, de pocas páginas, pero que consigue horrorizar de tal manera que
su lectura se alarga. Se hace complicado seguir la lectura de tales atrocidades
y no sentirse conmovido, aterrorizado. La crudeza con la que Tamiki Hara
describe lo que vivió en Hiroshima deja huella en el alma, una voz más cuyo eco
resuena en la historia cada vez que nos sumergimos en sus palabras.
Impedimenta
tiene entre su catálogo auténticas joyas de la literatura cuyo buen criterio ha
ayudado a que podamos hoy leer, la ya citada, Flores de verano de Tamiki Hara. Tamiki Hara era un escritor poco
conocido antes de 1945. Se graduó en liteartura inglesa en 1932. Su pasión era la literatura rusa y la
escritura, su vida era anodina aunque estaba salpicada de compromiso político
pues había militado para movimientos de la izquierda. Sobrevivió a un intento
de suicidio y se casó en 1933 con Nagae Sadae. Da clases de inglés en Tokio
hasta la muerte de su mujer en 1944 por tuberculosis y en enero de 1945 vuelve
a Hiroshima a la casa de su familia. Fue por esta cadena de hechos que hoy
tenemos el escalofriante testimonio titulado como Flores de verano. El testimonio de Tamiki Hara es contundente y
directo, sin florituras. Descarnada, tal y como fueron los hechos que tuvieron
lugar aquel día. Esta obra se compone de tres textos que podrían denominarse
como relatos testimoniales, ya que lo que Tamiki Hara nos cuenta ocurrió y él
lo vivió en primera persona. ‘Preludio a la aniquilación’, ‘Flores de verano’ y
‘De las ruinas’. Estos relatos son el antes, el durante y el después,
respectivamente, de la catástrofe de Hiroshima. Tamiki Hara hace el papel de
narrador y de protagonista de esta singular trilogía. ‘Preludio a la
aniquilación’ resume los ocho meses que vive el autor en Hiroshima, antes de la
explosión nuclear. ‘Flores de verano’ describe con detalle la desolación y
deflagración de la explosión y los días posteriores. ‘De las ruinas’ es una
reflexión a lo vivido en Hiroshima. Esta trilogía fue publicada originalmente
como relatos independientes, ‘Flores de verano’ salió en una revista
universitaria en 1947, ‘De las ruinas’ un año y medio más tarde y ‘Preludio a
la aniquilación’ se publicó en enero de 1949. Impedimenta ha decidido publicar
la trilogía en orden cronológico, todo un acierto para el lector occidental, ya
que ayuda a la comprensión del texto.
Centrándonos
en los textos, ‘Preludio a la aniquilación’ es una calma que precede a la
tempestad. Tamiki Hara nos narra su vivencia en la ciudad de Hiroshima y como
los japoneses viven en una falsa normalidad. Las escuelas siguen abiertas, la
gente sigue sus quehaceres diarios, pero de vez en cuando suenan las alarmas y
caen las bombas. A veces solo son falsas alarmas. El agobio y la tensión se van
condensando en el relato, los habitantes luchan por aparentar normalidad, pero
viven aterrorizados ante la sombra de la muerte desde el cielo. Hiroshima, por
entonces, no era un blanco especialmente potente para los bombardeos aliados, y
eso los habitantes lo saben. No sufren lo que está sufriendo Tokyo. Esto les
permite cierta relajación que no tendrían en otra ciudad. En Hiroshima se vive
con cierto desasosiego y calma. Sentimientos que cristalizaron el 6 de agosto
de 1945.
‘Flores
de verano’ fue escrito tras la explosión nuclear. Tamiki Hara cuenta que en
aquel momento estaba en el retrete y eso le salvo de la onda expansiva que
destruyó por completo su casa. El autor describe su desesperado y confuso intento
de sobrevivir, cuyos pensamientos pasan de salvaguardar su propia vida a qué
habrá ocurrido a sus familiares. Es chocante ver lo mucho que Tamiki Hara buscaba
sobrevivir a toda costa. El autor nos describe los horrores que vio entonces.
Cadáveres calcinados, personas desfiguradas por las quemaduras, muertes casi
espontáneas debido a la radiación, los
ríos evaporados, la sed, la destrucción, los pedazos mutilados de personas, los
llantos, los gritos y después, el silencio. ‘De las ruinas’ narra los
siguientes meses a la bomba atómica. Y no, no se trata de reconstruir, se trata
de enterrar a los muertos, de sufrir todavía más bajas por la radiación, de las
enfermedades y de la desesperación ante la nada. Es espeluznante leer la
estupefacción de Tamiki Hara ante la “llanura” que ha quedado donde antes había
un barrio entero de casas. En concreto, cuando describe como el mástil de una
casa ha quedado de forma precaria, sujetando partes del techo, como una
metáfora de los ciudadanos japoneses en aquel momento, partidos, heridos y
derrotados.
Hay una
reflexión que el autor escribe en esta obra, en otras palabras dice algo así
como que los japoneses de Hiroshima, al caer la bomba nuclear, sintieron cierto
alivio. Aquello significaba el final de la guerra, significaba que ya no tenían
que tener miedo a más ataques, a más bombardeos. Habían perdido, ahora tocaba
reconstruir. Hoy es un día perfecto para recuperar esta obra, os invito a que
leáis el testimonio de Tamiki Hara y que viváis junto a él las atrocidades que
tuvieron lugar hace 70 años. Es una obra imprescindible.
Por
desgracia, hechos como el de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki han sido el
crisol de una cantidad impresionante de obras artísticas de todo tipo, e
incluso hoy en día es una oscura fuente de inspiración. No tendríamos el relato
de Tamiki Hara, ni tendríamos Akira, ni se habrían desarrollado los estilos artísticos
del antiarte en Japón. Cuando pienso en aquellos hechos, esto me consuela en
cierta manera. Es cierto que es un burdo consuelo, encantado vería desparecer
Akira a cambio de que el Enola Gay no hubiera dejado caer Little Boy, pero lo hecho, hecho está, y hay que ver el lado
positivo de todo esto. El arte que surge de la miseria es como una flor que
rompe el asfalto para florecer.
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